¿Por qué tantas veces decimos que sí... y luego no hacemos nada?
Comprometerse emociona. Imaginar el cambio ya nos recompensa. Pero esa gratificación anticipada suele paralizar la acción. Este artículo explora por qué tantos compromisos quedan en el aire y cómo acompañar de forma ética y empática a las personas para que pasen del “sí” a la transformación real.


Nos pasa a todos. Decimos que sí con ganas. Nos entusiasmamos con la idea de participar, aportar, mejorar algo en nuestra vida o en la de otros. Pero luego… no avanzamos.
¿Dónde se pierde ese impulso? ¿Qué ocurre entre el entusiasmo inicial y la acción concreta?
Este artículo explora una de las trampas más sutiles de la mente humana: la ilusión del compromiso. Esa sensación de avance que sentimos solo por decir “voy a hacerlo”... aunque nunca lo hagamos.
Desde anotarse a un curso hasta comprometerse a leer un libro, esta tendencia no solo afecta nuestras decisiones, sino también nuestra confianza, energía y vínculos. Y estos son solo dos ejemplos: hay muchos más.
1. El placer anticipado de "decir que sí" Aceptar una propuesta transformadora, como leer un libro, inscribirse a un curso o comprometerse con un cambio, ya genera una dosis de gratificación emocional.
En términos simples: el cerebro recibe una pequeña recompensa solo por imaginar que va a hacer algo bueno por uno mismo o por los demás.
Esto es parte de un fenómeno psicológico conocido como intención sin acción. El sistema de recompensa del cerebro se activa antes de hacer nada real, simplemente al formular la intención.
“Sí, lo quiero leer.” “Contá conmigo.” “Qué buena propuesta.”
Esas frases dan la sensación de estar avanzando. Pero en realidad, es solo un anticipo emocional. Y como la emoción ya fue “cobrada” por adelantado, muchas veces no se activa la acción posterior.
Este sesgo es tan común, que se ve incluso en situaciones cotidianas:
Cuando alguien dice “voy a empezar el gimnasio” y no lo hace.
Cuando compramos un libro, sentimos satisfacción... y nunca lo abrimos.
Cuando nos anotamos a un curso online, solo por el hecho de hacerlo, sentimos que ya dimos el primer paso (aunque nunca entremos a la plataforma).
Este fenómeno no indica falta de compromiso real. Indica que el sistema emocional percibe como hecho algo que solo fue intencionado.
2. El momento perfecto no existe
Muchas personas sinceramente quieren ayudar o participar. Pero caen en la trampa del después. Quieren hacerlo con tiempo, con café, con atención plena. Y ese momento nunca llega.
El resultado: abandono por exceso de exigencia interna.
3. La evitación emocional
Si el contenido toca temas profundos, que cuestionan o movilizan, eso implica mirarse a sí mismos cuando no se sienten fuertes. Entonces, evitan. No por desinterés, sino por miedo o saturación emocional.
El silencio es, muchas veces, una forma de defensa.
4. Participación simbólica: ya estuve, gracias
Con solo aceptar, comentar o decir “me interesa”, muchas personas sienten que ya aportaron. Su necesidad de pertenencia quedó satisfecha con ese gesto, aunque no vayan más allá.
5. El sesgo de saturación y atención fragmentada
Vivimos entre pantallas, notificaciones y múltiples estímulos. La atención está fragmentada. Aunque quieran hacerlo, no logran sostener el foco.
Leer algo transformador no es una prioridad cuando la mente está incendiada.
¿Entonces, qué podemos hacer frente a esta trampa tan común?
No interpretar la inacción como desinterés. Muchas veces no es falta de voluntad, sino saturación emocional, exigencia interna o falta de estructura.
Valorar a quienes sí avanzan. Hay un núcleo pequeño que sí actúa. Ese grupo puede darnos insights más profundos que una gran masa pasiva.
Reducir la fricción: proponer pequeñas acciones en vez de grandes compromisos. Un paso es más fácil que un salto.
Reactivar con empatía: ofrecer recordatorios amables, no exigencias. Un mensaje que abra la puerta, no que señale la ausencia.
Diseñar experiencias más accesibles: facilitar espacios de conexión emocional, pausada, sin presión. Menos urgencia, más presencia.
No somos incoherentes por no actuar. Somos humanos. La mente promete con buena intención, pero a veces no encuentra el camino.
Tender ese puente —desde la comprensión y no desde la exigencia— es una forma de liderazgo. Una forma de guiar desde lo real.
Y quizás lo más importante: una forma de no dejar que lo que empieza con emoción termine en olvido.
Este artículo forma parte de la filosofía aplicada de The Ethical Method, y puede compartirse con autores, equipos, formadores y creadores conscientes.